
Wearables y festivales: ¿un amor de verano?
10 agosto 2016
Con el inicio del período estival comienza también la temporada de festivales. A lo largo y ancho del mundo, recintos inmensos acogen a miles de personas que vibran extasiadas por la mezcla única de espectáculo, música y sonido a gran escala que solo se produce en este tipo de eventos. Sin duda, la diversión a niveles máximos está asegurada pero, ¿es posible para las grandes marcas encontrar su sitio en estos festivales?
Aquí es donde entran en juego los wearables, cuya relación con estos conciertos multitudinarios comenzó hace relativamente poco pero, a diferencia de un amor de verano, no puede sino consolidarse con el tiempo.
Ya hemos hablado en anteriores ocasiones de los wearables en TcBlog, como su incursión en el mundo de la moda y como objeto de estudio en TcTrends 2016. Lo cierto es que este tipo de dispositivos están destinados a formar, cada vez más, parte de nuestras vidas y el éxito de los smartwatches y los wearables relacionados con la salud y el deporte, son solo el primer paso. Ya se analizó el impacto que estos dispositivos tendrán en la relación entre la empresa y los consumidores. Es el turno de los festivales, ¿cómo pueden incorporarse los wearables a este tipo de eventos?
En el 2014, el Low Festival se convirtió en el primer festival del mundo en introducir pulseras inteligentes como método de pago. En un acuerdo con PayPal, el festival valenciano fue pionero al implementar la tecnología RFID para facilitar el acceso al recinto y el pago durante los conciertos, una tendencia que siguieron otros como el Lollapalooza y, más recientemente, el MadCool Festival en Madrid. ¿Ventajas? La experiencia para el usuario mejora ostensiblemente al eliminarse problemas como la pérdida de la entrada o el abono, o preocupaciones como la disponibilidad de dinero en efectivo. Todo es tan sencillo como usar una aplicación para recargar el saldo y usar la pulsera para pagar. Disminuyen las preocupaciones, aumenta la diversión. Este es actualmente el uso más extendido de los wearables en los grandes eventos musicales; una base sólida sobre la que se cimienta esta duradera relación que abre la puerta a múltiples posibilidades en un futuro no muy lejano.
Y es que el uso de wearables en festivales no es un coto exclusivo de los organizadores. Todos, desde artistas hasta patrocinadores, pueden beneficiarse de estos dispositivos y estudiar resultados en un inmejorable campo para la experimentación. A fin de cuentas, ¿puede haber mejor caldo de cultivo que eventos en los que la franja de edad más asidua es la que va desde los 18 a los 25 años? Cientos de millenials reunidos, conectados entre ellos y al mundo con sus smartphones para dejar constancia de cada instante que viven. La practica totalidad de los asistentes dispone de teléfonos inteligentes que usan, mayoritariamente, para estar en contacto con sus amigos, tomar fotos y compartirlas en redes sociales. Con el surgimiento de nuevas plataformas, son más las formas en que los usuarios pueden compartir y dar testimonio de su presencia en los festivales. Es así que cada vez es más común ver un Facebook Live de una parte de un concierto, o gente llenando su Historia en Snapchat con fragmentos de los mismos, algo que seguramente también comenzará a inundar Instagram en su apartado de Stories. Entrar en este juego no debe ser difícil y, de hecho, ya existen ejemplos.
No hay nada más común en un festival que conocer gente. Y tampoco hay nada más propio de los millenials que agregarse a Facebook como forma de contacto. El festival de Tomorrowland, en Bélgica, unió ambas cosas para crear una pulsera que permitía agregar amigos en Facebook con tan solo presionar ambos al mismo tiempo un botón. Las ventajas son claras: la experiencia de usuario aumenta su valor y el festival conoce mejor a sus asistentes. Si ya existen apps para localizar a amigos durante los conciertos y evitar horas de exasperante búsqueda, ¿cuánto faltará para su integración en un wearable? El paso parece lógico.
También existen aplicaciones para que el propio público forme parte del espectáculo. Atrás quedan las típicas luces de un solo color que el público sostenía en alto. El futuro toma la forma de pulseras LED controladas de forma remota que convierten al público en un elemento más del juego de luces, un sistema desarrollado por la empresa Xylobands que ya ha sido usado en conciertos de Coldplay.
Pero, como decíamos, no solo los organizadores pueden beneficiarse del uso de wearables. Estos dispositivos también pueden servir a patrocinadores para conectar con los fans y vincularlos a través de una experiencia única. Este es el caso de Pepsi y su ‘Bioreactive concert’, organizado en Texas en 2014, un concierto en el que cada asistente estaba monitorizado y registrado como usuario. Unos dispositivos en las muñecas medían parámetros como la temperatura corporal, el movimiento o el sonido, creando clasificaciones que premiaban a los que más se movían y bailaban, aplaudían o gritaban. La suma de puntos permitía desbloquear premios, haciendo de un concierto una experiencia social y divertida con una marca como protagonista. Pero no sólo la marca se beneficia, sino que los artistas también pueden usar estos datos para adaptar la actuación en función del feedback instantáneo e involuntario que recibe por parte del público.
Como ya hemos dicho, los wearables no solo pueden elevar la experiencia del usuario, sino que permiten recabar datos sobre el comportamiento de los usuarios. El recorrido de los mismos, por ejemplo, permitiría plantear cambios de una edición a otra en cuanto a la disposición de escenarios, stands, etc. Los hábitos de consumo obtenidos de los pagos con la pulsera nos darían información sobre los ítems más demandados, el consumo medio, las horas pico y otros datos que pueden servir para redimensionar y redistribuir los recursos.
Estos son solo algunos ejemplos que podemos encontrar y que son la muestra de que los wearables tienen un extenso campo de aplicación en el ámbito de los festivales. No solo pueden tener la capacidad de facilitar tareas rutinarias como el pago y el acceso, sino que pueden hacer que un festival traspase las fronteras de lo social reducido al ámbito físico y convertirlo en un evento social a todos los niveles. Se trata de aprovechar las posibilidades que permite la tecnología y ponerlas al servicio del usuario sin olvidar que el objetivo principal es construir una experiencia única en torno a la extensa cultura festivalera.

