
Wearables: de crisis de identidad… ¿a resurgir en 2017?
28 abril 2017

2016 no ha sido el mejor año para los wearables. Tras un periodo de crecimiento durante el bienio 2014-2015, en el que en que la novedad se impuso a la utilidad, la competencia con los smartphones y la ausencia de funcionalidades claras han frenado la venta de los dispositivos “llevables”. Pero en 2017, el resurgir de la realidad aumentada, la e-ropa y la monitorización pueden traer un renacimiento del sector.
Cuando hablamos de wearables lo primero que nos viene a la cabeza son dos tipos de gadgets: relojes inteligentes y pulseras de fitness. Pero el concepto de wearable abarca mucho más: cualquier dispositivo que esté en contacto –permanentemente o no- con el cuerpo, obtenga datos biométricos y proporcione algún tipo de información, en sentido bidireccional.
¿Qué aporta un wearable que no haga ya un smartphone?
Los expertos consideran 2016 como un año marcado por una crisis de confianza en el sector. Algunas noticias confirman un cierto estado de estancamiento: Fitbit recortaba en enero un 6% de su plantilla después de un flojo último trimestre de 2016; Jawbone atravesaba serias dificultades financieras; Apple no facilita datos oficiales, pero algunas fuentes estiman una caída del 90% en las ventas de su emblemático Apple Watch en Estados Unidos entre abril y el tercer trimestre de 2016, aunque las buenas noticias apuntan a un posible cambio de tendencia en las ventas del Apple Watch 2 (con nueva interfaz y GPS) en el último trimestre del 2016.
Al fin y al cabo, los wearables deben buscar su nicho en dura competencia con el smartphone, un dispositivo plenamente consolidado que nos permite hacer cosas nuevas cada día a través de constantes mejoras técnicas y nuevas aplicaciones.
Más allá de las modas o del deseo de lucir el último gadget, la funcionalidad es el gran desafío que por el momento condiciona la adopción entre los consumidores. Smartwatches y pulseras se asocian principalmente con las notificaciones y los indicadores de salud. Pero precisamente porque estas utilidades no son decisivas, la curva de adopción masiva de los wearables está siendo lenta.
Para avanzar en esta crisis de identidad, se adivinan nuevas utilidades para los wearables: desde convertirse en soporte para servicios B2B, como apunta Jawbone con su orientación hacia el sector médico (dispositivos asociados con plataformas dirigidos a clínicas y doctores) hasta las posibilidades que abre la innovación e investigación, como pulseras que detectan las emociones que surgen en una conversación. Por el momento, un sector de peso como el retail, cuya participación podría ser decisiva, se mantiene a la expectativa.
Lo que viene en 2017
La Wearable Tech Show, celebrada en Londres a principios de marzo, mostró las novedades y principales tendencias del sector para 2017. Más allá de algunos aparatos de dudosa utilidad (¿de verdad necesitamos un anillo inteligente que mida la cantidad de vitamina D que absorbemos?) y de otros pensados para usos muy específicos (como el calzado que ayuda a caminar a ancianos y enfermos de Parkinson), la feria apuntó tres grandes líneas por las que parece que avanzarán los wearables en 2017:
1. Gafas de Realidad Aumentada
Google abrió el camino de las gafas que añaden capas de realidad aumentada a lo que ven nuestros ojos con sus –fallidas- Glasses. Mucho mejor acogida, especialmente en usos corporativos, han tenido las Hololens de Microsoft, capaces de proyectar hologramas para todo tipo de usos, desde tratar la aracnofobia hasta mejorar la red de servicios de una ciudad.
En el sector industrial, diferentes fabricantes proponen dispositivos que mejoran la seguridad del trabajador y la eficiencia de las operaciones, como las ORA-2 de Optinvent. En otros ámbitos, modelos evolucionados a partir del concepto inicial de Google, como las Moverio BT-350 de Epson, incorporan realidad aumentada para potenciar la experiencia inmersiva en museos y galerías de arte.
Facebook acaba de presentar en su conferencia F8 su propia propuesta en esta línea: una plataforma para que (emulando el éxito probado de esta fórmula) terceros desarrollen aplicaciones y efectos de realidad aumentada. De momento pensando en el móvil, pero Zuckerberg parece tener en mente que todos miremos el mundo a través de algún tipo de pantalla, ¿y por qué no unas gafas que se comuniquen directamente con el cerebro?
2. Ropa conectada
La tecnología y el sector textil parecen definitivamente citados a encontrarse. Algunos predicen que 2017 será el año del despegue de la e-ropa. Sensores y chips se insertarán de manera invisible en nuestra ropa –o en un importante nicho relacionado, como son los complementos– para eliminar la necesidad de una pantalla en la interfaz hombre-máquina, aunque las prendas inteligentes sigan necesitando de la conexión con el smartphone.
La ropa deportiva (especialmente las zapatillas) abrió el camino, y cada vez más prendas de uso cotidiano incorporarán sensores que recogen información de nuestro cuerpo. Google y Levi presentaban hace unas semanas la primera chaqueta conectada, dentro del proyecto Jacquard de Google, que integra conectores y chips miniaturizados en las fibras textiles, para convertir partes de la prenda de vestir en superficies interactivas.
Fuente: Project Jacquard
¿Con qué fin? La “chaqueta inteligente” de Google reconoce gestos y datos, y los transmite al teléfono y otros dispositivos para conectarlos con aplicaciones y servicios. Las posibilidades de interactuar con un ecosistema de servicios y dispositivos son enormes. En el caso de los deportistas, los wearables miden y mejoran su rendimiento. Para los enfermos, los sensores pueden monitorizar su estado o la evolución de sus tratamientos. ¿Llegaremos a pagar algún día por acceder a la información emitida por nuestro propio cuerpo?
3. Monitorización a través de IoT
La salud fue uno de los grandes temas del evento londinense. Las ya muy extendidas pulseras de monitorización apuntan a funciones cada vez más sofisticadas: Activinsights presentó una pulsera que ayuda a combatir la diabetes, la obesidad, la ansiedad o los problemas de sueño. Cardiomo es un pequeño dispositivo que monitoriza 24/7 la actividad cardiaca, y alerta cuando detecta anomalías. También el sueño se monitoriza para mejorar su calidad.
Wearables e Internet of Things se asocian como conceptos inseparables. Podemos añadir un tercer elemento para completar el círculo de la “vigilancia personal”: blockchain, el soporte tecnológico idóneo para validar el tráfico de operaciones y datos. Sensores recogiendo datos se insertarán en todo tipo de dispositivos dentro de la casa conectada. La voz será la forma de interactuar con asistentes virtuales, eliminando la necesidad del contacto directo con el cuerpo humano. Google, Apple, Microsoft y Amazon lo saben. No suelen equivocarse.

