
Tus colaboradores ya son digitales y aún no lo saben
15 septiembre 2016
Es habitual que, al hablar de competencias digitales de la empresa, la primera imagen que surja sea la de un conjunto difuso y casi mágico de habilidades –fundamentalmente técnicas– al alcance de un reducido grupo de sabios y alejadas, por tanto, del conocimiento de nuestros colaboradores internos.
Para paliar ese vacío, no pocos departamentos y responsables de formación se aprestan a contratar toda clase de cursos en los que palabras como Web, digital y electrónico son omnipresentes. Por lo general, esa apuesta parece funcionar en el corto plazo: alta demanda de participantes, buenas valoraciones de los docentes y la sensación compartida de que la organización inicia una nueva era.
La mala noticia llega el día que se descubre que la compañía permanece clavada en el punto exacto en el que se encontraba y sus colaboradores –ahora duchos en la herramienta y en la dinámica conductual de moda– continúan haciendo lo de siempre. Y eso es así porque, en efecto, nada significativo ha cambiado: los recursos se asignan igual, los equipos se organizan de la misma forma y las decisiones se toman a idéntico nivel.
En esencia, tanto la organización como los trabajadores tienen una limitada visión de su verdadero potencial y estos últimos, incluso, incurren con frecuencia en una curiosa paradoja: se comportan como expertos digitales fuera del trabajo y, al aterrizar en la oficina, la fábrica o el taller, parecen olvidar todo ese bagaje.
La solución: más autonomía, más espacio y más confianza para los colaboradores construyan redes internas de aprendizaje. A fin de cuentas, si ya son buenos compartiendo ideas por Internet, haciendo reseñas en redes sociales, accediendo e intercambiando servicios online y usando aplicaciones móviles avanzadas, ¿qué otra formación necesitan para ser nuestros mejores agentes del cambio?
Lo digital como una actitud social de los colaboradores
La idea es que no hay una llave Allen universal; una pócima milagrosa que transforme digitalmente y por igual a todas las empresas. El mundo vive, efectivamente, una revolución social y tecnológica, y, sin embargo, lo que éste mundo demanda hoy de nuestras organizaciones no son necesariamente mejores máquinas sino nuevas preguntas: aquellas que, frente a la velocidad del cambio y la consiguiente pérdida de control, sólo pueden responder emociones y personas.
En este sentido, hablamos de lo digital como una capacidad para participar en entornos sociales conectados y, a la vez, como una mentalidad y una serie de actitudes que permiten a los individuos responder proactivamente a las necesidades generadas por el nuevo contexto.
Para ello, distinguimos cuatro dimensiones de trabajo:
- Comunidad en línea: conocimiento de la estructura y funcionamiento de Internet y comprensión de los procesos de producción, distribución y consumo de información en red.
- Conocimiento conectado: capacidad para obtener, evaluar y utilizar la información adecuada para comunicarse, trabajar y aprender en el nuevo contexto digital.
- Comunicación interactiva: habilidad para acceder, comprender y generar comunicaciones en una variedad de contextos y capacidad para generar relaciones de confianza.
- Tecnologías emergentes: comprensión de las tecnologías emergentes y habilidad para trasladar ese conocimiento a tareas específicas que requieren el uso de medios informáticos.
Tenemos la oportunidad de convertir el desarrollo competencial de los colaboradores en una experiencia memorable. Empecemos, al programar nuestros planes formativos, diciéndoles que lo único que necesitan es repensar su rol interno y aplicar con sus equipos lo que ya hacen desde su smartphone. Si los convencemos, habremos encontrado a los mejores líderes digitales y, de paso, habremos mejorado su vinculación.

