Por qué la felicidad consigue más talento que el Employer Branding

José Luis Rodríguez

9 diciembre 2015

La expresión employer branding o marca empleadora se ha convertido, en los últimos tiempos, en una suerte de bálsamo de Fierabrás sobre el que cada vez más empresas depositan su capacidad para atraer a los mejores candidatos.

De alguna forma, han llegado al convencimiento de que las organizaciones que proyectan una imagen emocionante y diferencial de sí mismas tendrán más oportunidades de ganar en eso que ha venido a denominarse la lucha por el talento que aquellas otras que limitan su propuesta profesional a la mera cobertura de un puesto de trabajo.

La cuestión es que esa visión, sin ser del todo errónea, suele pasar por alto un pequeño detalle y es que el verdadero talento no se capta, se desarrolla.

Primero, cultura organizativa

Rodearte de personas talentosas no es algo sencillo. No basta con abrir cuentas de recruitment en redes sociales, lanzar elocuentes piezas creativas o publicar un vídeo con la última acción interna patrocinada por el departamento de Recursos Humanos o de Comunicación. Es necesario, antes que nada, que la compañía cuente realmente con una cultura organizativa emocionante, abierta, innovadora… en la que incluso el colaborador más insospechado tenga la posibilidad de convertirse en un auténtico líder.

El talento, conforme lo entendemos hoy, representa más una forma de inteligencia emocional –innata o no– que la estricta capacidad para completar una tarea, por compleja que ésta sea. La experiencia nos enseña, cuando abordamos procesos de transformación digital y analizamos el componente cultural de las compañías, que sólo aquellas que reconocen adecuadamente a sus empleados, que facilitan su crecimiento, que potencian su dimensión social y que orientan sus esfuerzos hacia metas más amplias que la del mero negocio, aprovechan realmente todo el potencial de los mismos.

En Territorio creativo hemos dicho siempre que preferimos “buenas personas antes que expertos”. Eso no significa que renunciemos a contar con los profesionales mejor preparados ni que busquemos algo así como a Gandhi o a Teresa de Calcuta en cada aspirante. Lo que en puridad deseamos es seguir enriqueciendo con nuestras personas una cultura de innovación basada en la transparencia, la participación, la cooperación, la diversidad, la espontaneidad y la libertad para crear.

El talento se desarrolla con colaboración y autonomía

Como recuerda Daniel Pink, citando al director general de IDEO –una de las consultoras y firmas de diseño más innovadoras del panorama internacional, “la innovación es siempre, a largo plazo, muy barata. Lo costoso es la mediocridad y el antídoto es la autonomía”.

Es ahí, en ese contexto, donde las personas aprenden más rápido, aportan más al procomún, se sienten más realizadas y, en esencia, desarrollan todo su talento. Lo son hasta el punto, muchas veces, de descubrir habilidades ocultas que les catapultan a puestos y/ o funciones dentro de sus equipos y de la organización no necesariamente relacionadas con su experiencia académica y laboral previa sino con sus cualidades humanas.

Dice Margaret Heffernan, en una brillante charla TED compartida internamente en Tc por Fernando Polo, que lo que han demostrado todos los estudios es que “lo que hace más exitosos a unos grupos sobre otros no es la capacidad intelectual de sus miembros sino su habilidad para generar conexiones sociales y expresar empatía hacia los demás”.

¿Qué tipo de talento somos capaces de “captar”? ¿Cuál, realmente, de desarrollar? ¿Está nuestra empresa preparada para retenerlo? ¿Queremos líderes al servicio de sus compañeros y de su organización o queremos organizaciones a merced de superestrellas?

El verdadero riesgo, según Forbes, no es ignorar de qué forma nuestros sistemas, políticas corporativas y cultura de trabajo pueden frustrar y expulsar a los mejores profesionales. Es acabar creyéndonos hasta la última letra de nuestros portales y folletos de empleo.

Embajadores y empleadores de la marca

Hemos aprendido, a lo largo de estos años, que el mejor embajador de una marca es un colaborador feliz. Más de la mitad de las empresas reconoce que sus procesos de selección son más cortos, menos costosos y más eficaces cuando los candidatos proceden de referencias de sus propios colaboradores internos.

Que “la marca, pues, sea embajadora de sus empleados, que decía Aytor Goyenechea, responsable de Internal Comms de Telefónica, en una reciente charla de Dircom sobre Empresa 2.0. Y que nuestra política de employer branding vaya alineada con nuestra cultura organizativa. Haremos así realmente felices a nuestros socios más talentosos: los que ya tenemos y los que están por venir.