
Innovación Social
27 mayo 2013
«Tenemos que simplificar la creatividad, orientarla a resolver problemas reales«. Se lo hemos oído decir a Ferrán Adriá recientemente, insistiendo en la idea de que «hay que buscarse la vida», tanto en nuestro ámbito personal y profesional, como en las comunidades, barrios y entornos en los que vivimos y trabajamos.
En términos generales, podríamos definir innovación social como «el conjunto de iniciativas que surgen desde la ciudadanía y la sociedad civil para resolver problemas locales y globales, o para mejorar determinados ámbitos de la vida cotidiana, aportando valor a través del uso de internet y las tecnologías».
Una de las primeras iniciativas de innovación social que se hizo famosa fue fixmystreet. Esa fantástica página web lanzada en 2007 donde los ciudadanos de Reino Unido podían reportar, de una manera ágil y sencilla, cualquier avería o incidencia en el mobiliario público, calles o carreteras. De esta forma, las administraciones y servicios públicos podían actuar de manera más rápida para resolverlas.
A partir de ahí, en los últimos años han surgido un sinfín de iniciativas y proyectos vinculados a la innovación social, en diferentes ámbitos de nuestro día a día:
- Carpooling y carsharing: Zipcar, RelayRides
- Intercambio de objetos de segunda mano: NetCycler, swap
- Intercambio de tareas, habilidades y capacidades: Skillshare, TaskRabbit
- Modelos colaborativos para comunidades de vecinos: NeighborGoods, ShareSomeSugar
- Sobre las nuevas formas de intercambio económico y monetario ya hicimos una recopilación en #TcBlog.
Como hemos visto, con el tiempo muchas de estas iniciativas dejan de ser plataformas ciudadanas para convertirse en empresas, ONGs o estructuras más sólidas que permiten consolidar esas ideas y proyectos.
Los modelos de «sharing economy« o «consumo colaborativo« son ya toda una realidad, pero tienen un fuerte impacto en los esquemas económicos y legales tradicionales. Integrar ambos entornos va a ser uno de los grandes desafíos en los próximos años.
¿Cuál es el recorrido de los proyectos de innovación social? ¿Cómo pueden evolucionar?
En primer lugar, constituyen una gran oportunidad para las administraciones públicas, ya que con su apoyo y difusión se pueden incorporar al mapa global de servicios públicos, mejorándolos y ampliándolos. ¿Quién mejor que el propio ciudadano para co-crear los servicios públicos?
Por parte de las empresas privadas, pueden ser una buena alternativa para completar sus Planes de Responsabilidad Social Corporativa. Muchas veces la RSC/RSE se limita a la realización de donaciones, como aportaciones económicas a fundaciones o asociaciones. ¿Podríamos contribuir, desde las empresas, al desarrollo de estas iniciativas de innovación social con recursos diferentes a los meramente económicos? Por supuesto que sí. Con las personas y el talento interno, con la tecnología, con el networking y con una larga lista de activos empresariales.
Lo demuestran estudios como el del Instituto de Innovación Social de ESADE, donde se constata que las fronteras entre lo privado, lo público y el tercer sector, son cada día más permeables y difusas. Y esto es positivo.
Posiblemente, si en un futuro todas las empresas, instituciones y organizaciones ofrecen (de verdad) una triple cuenta de resultados (económica, medioambiental y social), tenga sentido incorporar este tipo de modelos colaborativos y podamos vincular la RSC a la innovación y el emprendimiento social.
Imagen tomada de Photorack.

