
¿Información o conocimiento?
24 agosto 2011
De un tiempo a esta parte he retomado uno de mis hobbies favoritos que muy a mi pesar, a veces por unas a veces por otras, tenía mucho más abandonado de lo que me gustaría. Me refiero al gusto por la lectura. Con esto no quiero decir que no esté constantemente leyendo (que lo estoy) sino más bien retomar el hábito de leer literatura (novela, ensayo y poesía) que poco tiene que ver con la cantidad de información y lectura asociada a la que me someto todos los días por obligaciones profesionales.
En pocas palabras, empezar a vaciar la lista de «pendientes», todos eso libros que en los últimos años se han ido acumulando y cogiendo polvo en mi biblioteca.
El caso es que me he dado cuenta, en este renovado quehacer, que me cuesta «horrores» concentrar la atención más allá de dos páginas seguidas de un libro y me encuentro de una manera casi automática divagando a los 10 minutos en varias ideas a la vez, perdiendo muchas veces el hilo de párrafos enteros o incluso hojas.
Al principio lo achaqué a la «falta» de costumbre, con la esperanza de que con la vuelta a la «rutina» volverían los mecanismos que antaño me permitían leer horas enteras de forma ininterrumpida sin el más leve síntoma de cansancio o falta de interés. Pero poco tiempo después descubrí que esta falta de atención tenía un origen distinto al que yo pensé en un inicio. El motivo de que mi concentración se disipara se debía a los cambios de comportamiento y lectura a los que hoy en día estoy acostumbrado.
Internet y su inabarcable magnitud nos ha obligado a leer e interpretar más información que nunca, el acceso a una enorme cantidad de información, nos lleva de forma inconsciente a intentar abarcar de forma simultánea más de un estímulo. Hemos acostumbrado a nuestro cerebro a trabajar constantemente en ejercicios de síntesis, de manera superficial y multitarea, para poder atender la enorme cantidad de información con la que solemos «lidiar» todos los días.
Pensemos en ello:
En mi caso particular, no miento si afirmo que suelo estar atento a la información que se generan en al menos una centena de blogs, que atiendo al menos tres o cuatro redes sociales, que mando unos 5/10 mensajes de texto, y que al día me encargo (entre lectura y escritura) de alrededor de 100 correos electrónicos esto sin contabilizar las marcas a las que dinamizo y atiendo como Community Manager
Por lo que no es difícil descifrar que para un cerebro acostumbrado a esta cantidad de actividad, le cueste centrarse en una sola cosa a la vez, como lo es el poder centrar la atención en la enriquecedora actividad de leer un buen libro.
En pocas palabras, nos hemos acostumbrado a percibir mucha más información que antaño, pero a cambio con una asimilación de dicha información menor, y en consecuencia una menor capacidad para trasformar esa información en experiencia y conocimiento.
Parafraseando al más vigente que nunca Marshall MacLuhan, los medios más que vehículos de un contenido ejercen una influencia intrínseca sobre ellos y, a largo plazo, modifican nuestra manera de pensar y actuar.
El problema esta ahí, «casi sin darnos cuenta». Este cambio en la forma de pensar y actuar, a causa del cambio de medio, puede llevarnos a un punto «de no retorno», y empobrecer, en definitiva, lo que en principio nos puede parecer justo lo contrario, una existencia digital atiborrada de información pero sin la capacidad de poder sentirlas o interpretarlas.
Y vosotros ¿qué opináis? Es Internet, y nuestra forma de uso, la correcta o por el contrario deberíamos de intentar evolucionar a un uso más equilibrado entre información y conocimiento.

