
El valor del papel impreso
12 julio 2010
Hace tiempo, leí en el blog de un amigo una frase de las que te hacen pensar. De las que te llegan hasta las entrañas y se quedan grabadas a fuego en lo más hondo de tu alma. Era una frase, dicha por el padre de este bloguero, que demuestra que padre no hay más que uno y que la sabiduría paterna es uno de los grandes valores de la humanidad. Y como siempre, está muy por encima de nuestras capacidades como hijos. Hoy por la mañana he comprobado cuánta razón tenía este buen señor.
Ayer ganamos el mundial, y sí, hoy lo primero que hemos hecho todo hijo de vecino es revisar todos los portales de noticias online para ver las mejores reacciones y editoriales sobre el PARTIDAZO que vimos. Hemos entrado en Youtube, y hemos comprobado que el beso entre un portero y una reportera es lo más visto en todo el mundo, que entre los 10 Trending Topics marcados por Twitter del día 5 hacen referencia a la victoria, que el mundo entero se felicita de que el Pulpo Paul como vidente no tiene precio.
Pero, ¡ay señores!, el padre de mi amigo tenía razón. Ante la profetizada y gradual desaparición del papel impreso como medio de comunicación, hoy a las 8:30 de la mañana me he dado cuenta de que no me valía todo lo anterior. He pasado por delante de un kiosco de prensa, y he sentido la necesidad de guardar un recuerdo de todo lo de ayer para poder enseñárselo a generaciones futuras, y contarles cómo y dónde lo viví.
Me he dado cuenta de que no me van a valer los discos duros, ni los pantallazos, ni tirar de un histórico guardado en caché. No. Todo lo vivido ayer, quedará para siempre en un recuerdo impreso.
Y es que el papel no puede desaparecer, ya lo dijo el padre de mi amigo:
«No sé Iñaki, me pareces un tío listo, pero no me veo limpiándome el culo con el laptop»

