
El futuro del libro, Long tail editorial
28 septiembre 2010
Posiblemente estemos de acuerdo en afirmar que el 2010 quedará en el recuerdo como el inicio del auge del libro electrónico. Por un lado, la llegada al mercado de novedades en el hardware como el iPad de Apple (no es la única pero si puede ser la más relevante, por su efecto dominó como activador del sector), y el prominente crecimiento de apps y e-books en el mercado ha iniciado una batalla por liderar un cambio que poco a poco y de forma paulatina irá sustituyendo, al vetusto papel, en diferentes funciones que hasta hoy lideraba de forma unilateral.
El soporte como noticias, o información más o menos volátil y perecedera (periódicos, revistas, suplementos semanales…) serán los primeros damnificados. Cada vez es más difícil pensar que esta tendencia no se cumpla en un tiempo no muy lejano y que el papel se sustituya completamente por otros formatos que permitan obtener la información de forma inmediata, directa, y lo que es más importante, permita la participación bidireccional del lector que se convierte también en parte activa, compartiendo con sus contactos vía Twiter o Facebook, comentando con sus opiniones…
Los libros, y publicaciones más duraderas en lo referente al tiempo que la información prevalece y tiene valor, si bien, perderán la exclusividad en papel, tendrán aún y durante más tiempo (el mercado decidirá cuanto), un hueco más o menos relevante.
Tendremos, la opción de poder elegir, si queremos el soporte digital, o el tradicional de cualquier libro, ensayo o publicación (sensible a tener un ISBN), y seremos nosotros en función de nuevos parámetros de decisión (mayor o menor temporalidad del contenido, valor de la experiencia de la lectura, decisiones respecto al volumen y peso e incluso valores sentimentales) los que permita decidir cuándo y cuáles merecen ser consumidos de una u otra forma.
Y este cambio de comportamiento en la decisión, forzosamente traerá en consecuencia, un cambio en el hábito de la compra de un libro.
La red y su modelo carente de fricción de venta (o al menos mucha menos que la de tener que ir a una tienda a comprar) y su mayor optimización en costes que repercute directamente en el precio, irá tomando protagonismo cada vez de forma más acusada, a la hora de adquirir libros ya sea en formato electrónico, o en papel.
Las grandes librerías que coparon los escaparates de los años 90, con todas las novedades literarias del momento y donde podíamos encontrar una gran selección de libros del mercado, son por tanto, cada vez, menos rentables (por ejemplo Barnes & Noble, una de las cadenas de librerías más importantes de los EEUU acumula una deuda de 46 millones de dólares (34,4 millones de euros) y sucumbirán, más temprano que tarde, a las nuevas reglas del mercado.
Si dejamos el consumo del libro electrónico a un lado, que no tiene apenas sentido fuera del círculo virtuoso del (aquí y ahora que permite la red), el libro tradicional, encuentra un nuevo renacer (quizás nunca dejó de tenerlo), en las librerías que antaño antes de las grandes cadenas, eran los protagonistas de venta. Ya que si, parece ser, la decisión de compra de un libro llamémoslo tradicional se torna en una compra de valor con un cargado sentido emocional y de sensación vital, el trato personalizado, el contacto directo con los libros, la especialización de las librerías y el experto conocimiento de sus libreros que permitan una interacción directa y humana como consejeros de información, que nos conocen y saben de nuestros gustos y necesidades, no tienen aún equivalente digital válido.
El contacto físico y real con otras personas muy afines a nuestros gustos y elecciones, puedes ser otro motivo de peso. Librerías reconvertidas en un lugar de encuentro y reunión, donde el libro es el satélite donde giran otros factores con valor añadido (trato personalizado, exclusividad, relación estrecha entre el canal de venta y el comprador, punto de encuentro, experiencia cultural, networking, sentimiento de pertenencia a un grupo social…)
Por lo tanto, no me extrañaría que en un tiempo no muy lejano, las librerías especializadas del centro de las grandes urbes, se conviertan en lugares donde tomemos un café, mientras ojeamos un libro, convertido en ese instante en un objeto de deseo, mientras charlamos en tertulia con el amigo librero al cobijo de una música de ambiente, sin prisas, sin pausa, experimentando algo distinto para nuestro tiempo libre, mientras buscamos alguna referencia del autor en la wifi de la librería desde nuestra tablet o móvil, en la página o app web de la misma y donde lo virtual y lo real se entrelazan y complementan.
Con el tiempo, y observando el comportamiento de consumo, se reducirá drásticamente las publicaciones en papel de las editoriales que se reservarán para ediciones especiales o libros donde la alta calidad del formato (el papel) juegue a su favor. No me imagino, por ejemplo, sustituir la experiencia de ojear una mañana de domingo lluvioso junto a la ventana mis libros de H.Cartier, Calatrava o Leonardo, por una app en el iPad.
¿Qué opináis?
Imagen en Flickr de Dawn Endico

