
e-Uropía: ciudadanía digital europea y #Parlamentar2013
28 octubre 2013
Unos 400 millones de personas de unos 28 Estados Miembros están llamadas en mayo de 2014 a designar a sus delegados en el Parlamento Europeo, la única institución del entramado comunitario designada directamente por los ciudadanos y, seguramente, la más transparente de todas.
Estas elecciones, además de relevantes por el delicado momento económico, político y social en el que se enmarcan -y por tratarse de las primeras tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa-, lo serán también por el especial papel que en su desarrollo habrán de jugar las redes sociales.
La diferencia respecto a los comicios de hace cinco años no radica tanto en la irrupción dentro del juego europeo de dichas plataformas que ya se produjo en 2009-, sino en la llamada a la participación de una masa de votantes más activa y comprometida en términos digitales que en aquella cita pero, a su vez, más desencantada con sus políticos e instituciones.
La convocatoria, sin duda, ayudará a medir los progresos de la Eurocámara y de sus diputados en la construcción a través de la Red de un modelo de relación institucional más cercano, transparente y colaborativo. Y, sobre todo, planteará nuevas preguntas en torno al futuro democrático de nuestro continente: ¿son los internautas un factor real de transformación política? ¿Puede Internet influir en la conformación de otra Europa?
Precisamente, para desvelar esas claves, la Oficina del Parlamento Europeo en España reunió a inicios de octubre en La Granja (Segovia) a una veintena de expertos en Internet, participación social y comunicación 2.0 de nuestro país. El encuentro, difundido a través de la etiqueta #Parlamentar2013 en Twitter y resumido en este vídeo, contó con la asistencia de los europarlamentarios María Irigoyen (Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas -S&D-) y Pablo Zalba (Partido Popular Europeo).
¿Comunicación o vinculación?
Las redes sociales son algo más que comunicación. Incluso en política. No son un sustituto actualizado de los periódicos, radios y televisiones que durante decenios han monopolizado nuestra concepción del mundo y donde partidos y gobiernos han sido protagonistas casi indiscutibles.
La gran oportunidad que ofrecen ahora estas plataformas, a diferencia de aquellos medios, es la de compartir valores, conocimiento y herramientas democráticas a un coste y a una escala humana antes inimaginable. Empresas como Heineken o Procter & Gamble han aprendido el potencial de Internet y puesto en manos de sus fans y clientes el diseño, incluso, de sus propios productos.
Pero sólo gobiernos como el de Finlandia se han atrevido a dar más poder a sus ciudadanos para, por ejemplo, proponer y discutir directamente nuevas leyes a través de la Red; o para promover debates legislativos como los que ampara la Iniciativa Ciudadana Europea, que apadrina la Comisión Europea.

En realidad, el espacio público digital sigue anclado en el reclutamiento de militantes y la llamada ciega a la competición electoral, reducido a un mero tablero en el que los ciudadanos pueden aspirar, como mucho, a amplificar los mensajes de sus organizaciones e instituciones de referencia (aprovechando su mayor credibilidad en el terreno interpersonal). ¿Dónde quedó, entonces, su potencial creativo, su capacidad para generar vínculos y dejarse emocionar?
Bastián González lo resume así: Internet no ofrecerá nunca al ciudadano un aprendizaje ni a una socialización política mientras esté al servicio de la persuasión política. Quedará, tan solo, como una herramienta de branding , un appeal transitorio, adornado de anécdotas y de highlights del candidato de turno » más que como un entorno de participación. Lindsay Hoffman va más allá y explica que incluso las personas más activas políticamente en la Red admiten que sólo hablando por Internet no influirán en sus gobiernos.
El problema, en opinión de Joonas Pekkanen, surge cuando no hay voluntad real de empoderar a los ciudadanos, más allá de concitar su complicidad política. ¿Por qué, entonces, habrían estos de tomarse en serio algo en lo que ni siquiera creen sus gobiernos?
¿Representación digital?
El poder siempre ha desconfiado de quienes lo sustentan, incluso en un sistema democrático. Esto ocurre cuando sus representantes, en el caso de las redes sociales, aspiran a liderar un marco de relaciones que no comprenden y cuyas reglas posiblemente tampoco compartan. No es extraño, pues, que una parte de la clase política frustrada por su experiencia en estas plataformas extienda responsabilidades a un estereotipo de internauta frívolo, infantil, políticamente pasivo y por lo general desinformado, que jamás ha pisado ni pisará una página web oficial.
Mario Tascón, especialista en medios sociales, entiende esta brecha como un miedo al desplazamiento; una sensación que se acrecienta conforme se materializa la incapacidad de las organizaciones tradicionales de identificar interlocutores válidos con los que pactar sus mensajes en un mundo digital donde lo que domina, precisamente, es el anonimato, la ausencia de jerarquías y la cooperación espontánea.
Como recuerda Margarita Padilla, en su Kit de la lucha en Internet, paulatinamente cobra más fuerza la presencia y acción política en Internet de colectivos temporales o enjambres de individuos independientes, que utilizan herramientas y reglas simples de organización horizontal y que rechazan el principio de la representación en beneficio de la participación directa de cada uno en proyectos concretos.
Miles de personas pueden hoy confluir en un solo punto de la Red para apoyar una causa social o protestar contra una decisión política sin necesidad de conocerse previamente, tener organizadores claros, adherirse a un programa político específico o militar dentro de una estructura determinada.
Y entonces, ¿qué hacemos?
Europa es un espacio de convivencia construido, pese a las guerras, sobre un esquema humano de valores que hoy todavía comparten millones de personas de casi una treintena de estados. Pero a sus habitantes les cuesta cada vez más relacionar esos principios con las organizaciones que actualmente los representan. Y no sólo es un problema de comunicación o de falta de interés.

Alberto Ortiz de Zárate, impulsor de la plataforma de Gobierno Abierto del Ejecutivo Vasco, lo plantea en estos términos: hay que renunciar a la relevancia como institución para contribuir a fortalecer las redes ciudadanas escuchar y aprender también de sus integrantes «euro-excéntricos».
Los pasos en materia de información, transparencia y rendición de cuentas emprendidos por la Eurocámara constituyen un excelente punto de partida. Pero no serán suficientes si, a su vez, no consiguen entusiasmar al nuevo ciudadano digital con emociones y experiencias reales de lo que significa el proyecto europeo, con una promesa cierta de que su participación tendrá resultados prácticos. ¿Con qué recursos?
- Desarrollo de contenidos y servicios orientados a la pedagogía democrática.
- Apuesta por estrategias narrativas que construyan un relato de Europa creíble, cercano y unificador.
- Fomento de una cultura política digital más cooperativa entre los propios empleados e integrantes de las instituciones comunitarias.
- Apoyo a espacios, plataformas y foros alternativos de participación abierta.
- Refuerzo del humor y de las dinámicas de juego dentro de las actividades oficiales de sensibilización y concienciación en la Red.
- Segmentación de informaciones y alertas oficiales según intereses y motivaciones declaradas de los usuarios, ya sea en la Web o en las redes sociales, y no tanto por grupos demográficos (edad, sexo, país, formación ).
- Apertura de procesos de empoderamiento: cocreación de contenidos, campañas, iniciativas y decisiones oficiales.
- Generalización de plataformas de innovación política abierta: propuestas, votaciones públicas, discusiones online, seguimiento e implantación de ideas.
Los indignados no buscaban únicamente que el poder los viera. Ellos hicieron una red».
(Saskia Sassen, socióloga y Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2013)

