¿Dónde quedan los valores?

GoodRebels

4 julio 2009

La campaña de Dodge que reseñamos ayer inducía a sus clientes potenciales a concebir un bebé en la exposición de un nuevo modelo, a cambio de la posibilidad de ganar un coche de la marca. El objetivo no era atraer parejas para que hicieran el amor en el producto, sino la atención de la prensa. El resultado, según la agencia, fue excelente, atrayendo hasta 137.000 resultados en Google al introducir el nombre de la campaña en los términos de búsqueda.

No obstante, el hecho de provocar que 72 parejas conciban un bebé en el momento que elegimos me despierta dudas éticas. Precisamente, éste ha sido el ingrediente que ha producido un impacto tan fuerte en Internet.

¿Hasta dónde es legítimo “comprar“? a los “sujetos naturales“? para nuestras campañas? ¿Hasta donde diga su sentido común? ¿Hasta donde perjudique o beneficie al cliente o hasta donde este diga? Intuyo la existencia de una regla no escrita en nuestro tiempo que determina que cualquier límite, ético, moral, económico, de mala o buena calidad o político que creemos se convierte automáticamente en un objetivo a batir por el mero hecho de serlo. De modo que si nos proponemos, por ejemplo, no ser racistas, terminaremos encontrándonos con campañas inteligentes que se ríen del racismo siendo racistas y, por tanto, eliminando la barrera. Esto no es necesariamente malo, aunque suele ir acompañado del argumento de que el mundo es así y no es tarea nuestra interferir.

¿Cómo pensar en este contexto? Sigue sin parecerme bien “comprar“? a 72 parejas (aunque se dejen), para que conciban en el coche que quiero vender y me permitan contarlo, porque me parece forzarles a hacer semipúblico algo que, por lo general, mantienen para sí mismos. En este sentido, también me parecen degradantes, en el pleno sentido de la palabra, campañas como la destinada a promocionar la serie Bridezilla, que proponía a sus “concursantes“? que treparan vestidas de novia a una tarta gigante a buscar un anillo valorado en 50.000 dólares, para el particular deleite de los fans de las peleas en el barro. Tampoco me parece bien vender “coches para machos“?, pero tengo que admitir que, en este mundo, hay “machotes“? que pueden llegar a comprarlo por eso y que mi cliente vende a este tipo de personas. Lo tomo o lo dejo.

Imagino que la gran duda existencial que nos puede afectar a todos en cualquier profesión consiste en cómo hacer nuestro trabajo respetando los valores ajenos sin violentar los nuestros. Afortunadamente para nosotros, el marketing no sólo nos permite, sino que nos incita a echarle imaginación al asunto. Es nuestro único remedio y nuestra única posibilidad de, sin volvernos mojigatos (la campaña de Dodge ni se aproxima a la idea de escándalo), quedar satisfechos con nuestro trabajo y pensar que podemos contribuir a mejorar nuestro entorno con ello.