De los objetos kitsch al e-commerce televisivo

Rocío Martínez

19 enero 2014

De las modas más pasajeras y espontáneas de objetos secundarios de la TV hasta los ecommerce desarrollados por los canales mayoritarios.

Corría el año 1995 y se estrenaba una película sin precedentes “El show de Truman”. «El mundo que hay ahí fuera no es más real que el que he creado yo». Cristof en El Show de Truman.

Y del show de Truman nació el formato Gran Hermano. Un reality que además de causar furor entre los espectadores con unas audiencias disparatadas, se hizo famoso por los objetos y prendas de la casa. Seguro que todos os acordáis del cuadro que colgaba en la pared del confesionario de GH1. Ese cuadro de cierta multinacional sueca que empieza por I y acaba por KEA, fue uno de los elementos de decoración más vendidos del año, además de convertirse en un elemento distintivo de la casa de GH. Los señores de la multinacional de la que os hablábamos, no se hicieron los suecos y ante tal furor, se convirtieron en la marca de cabecera del reality dotando a la casa de la gran mayoría de sus elementos decorativos. Desde el cojín con forma de corazón y brazos que abrazaban los concursantes en el confesionario a la hora de nominar y que después tuvo su propia versión en tamaño grande hasta los muebles de la propia casa.

Pues sí, hubo una época en la que aquellos personajes televisivos pre-famosos lograron crear un boom de ventas sobre determinados productos de forma “accidental”. ¿Alguien recuerda aquel gorrito de pescador del concursarte Israel de la primer edición de GH?

Se convirtió en la prenda estival del año, así como merchandising de las verbenas de pueblo de aquel año 2000.

Pero no sólo los protagonistas de realities o personajes de series han logrado crear estas modas no intencionadas. De hecho, existen numerosos spots televisivos que no sólo fueron un triunfo para el anunciante en sí, sino que a la vez, trajeron consigo buenos ingresos para fabricantes de juguetitos “made in China”.

¿Recuerdas ese anuncio de Audi con el Elvis bailarín que versaba sobre las maravillas de su nuevo sistema de cambios de marchas?

Seguramente la cuestión de técnica que se anunciaba en el spot ni te suena, el cambio multitronic. Lo que sí habrá logrado mantenerse constante en tu recuerdo, fue el divertido muñequito del cual se llegaron a vender 200.000 ejemplares que Audi se animó a fabricar debido a la demanda de un público sorprendido, como bien nos detallan en este post de Taos.

Un ejemplo algo más reciente, apto para natos post-noventeros, es el de la campaña de Mixta, protagonizada por los gatos chinos de la suerte.

Hasta entonces; todos valorábamos a ese extraño muñequito como un juguete motorizado sin mucho sentido que gobernaba los mostrados de cualquier establecimiento chino. Unos meses después de la divertida campaña de Publicis, el gato se trasformó en un icono decorativo de estilo kitsch con presencia en pisos de estudiantes, agencias de publicidad y cualquier otro establecimiento que quisiese alardear de carácter molón.

Pues de eso va la cosa, de un product placement que nace de manera fortuita sin inversión económica alguna, vamos, el sueño de toda marca. Modas espontáneas proyectadas y magnificadas por el medio, en este caso televisivo.

Y precisamente este medio fue el primero en apresurarse a hacer de estas modas unas prácticas monetizables. Hoy por hoy, muchos programas de televisión nacen de la mano de un ecommerce. Es el caso de la tienda de Gran Hermano, o el pionero Armario de la tele donde se comercializan las prendas utilizadas por presentadores y colaboradores. De hecho, todos los canales mayoritarios cuentan con un espacio de venta online.

Viendo al punto al que hemos llegado y del que hemos partido en este post, podemos decir que de nuevo los tiempos actuales han sabido sacarle jugo a lo que era un práctica espontánea más allá del explotadísimo “emplazamiento de producto”. Internet como punto de encuentro entre un demandante motivado y predispuesto y programas de tele conscientes de que cualquier objeto es susceptible de generar una pasión entre los espectadores.

“Por si no nos volvemos a ver: buenos días, buenas tardes y buenas noches.” – “El show de Truman” (1998).