
De cañas hacia el éxito 2.0
2 julio 2013
Érase una vez, una gran compañía americana de cerveza con un alto volumen de facturación capaz de llegar a todos los mercados del mundo. Sin embargo, había algo mucho más cercano que a MillerCoors todavía se le resistía: sus empleadas. Cada vez más y más mujeres abandonaban sus puestos de trabajo sin razón aparente para probar suerte y fortuna en otro lugar.
Podían haber optado por prescindir de ellas y sustituirlas por trabajadores igual de cualificados y aptos. Pero no fue así. Decidieron hacerse preguntas y encontrar respuestas. Para ello, contrataron a Triple Creek, una empresa externa que desarrolló un sistema destinado a conectar aspiraciones, preocupaciones y sueños. Un foro en el que intercambiar pareceres, escuchar a otras compañeras, aprender de experiencias y sentirse parte de un equipo. La nueva aplicación interna de MillerCoors comenzó en fase beta durante seis meses. Representantes de diferentes cargos hasta llegar a 45 fueron divididas en tres grupos con dos mentores en cada uno. ¿El objetivo? Conectar a empleadas que no terminaban de encontrar su lugar. ¿El resultado? Un éxito.
Estas mujeres, independientemente de su cargo y responsabilidad en la empresa, comenzaron a compartir algo más que una mera relación laboral. La compañía empezó a ahorrar, aumentó la efectividad y la productividad y este sistema se extendió a otros departamentos y áreas en un viaje sin billete de vuelta.
Sin darse cuenta ni buscarlo, MillerCoors estaba convirtiéndose en una empresa 2.0. Fue la necesidad de cohesión la que motivó esta transformación irreversible hacia lo digital. Un camino que grandes y pequeñas empresas van recorriendo aunque a diferentes velocidades.
¿Por qué evitar lo inevitable?
Por miedo. Siempre es el miedo a lo desconocido el que obstaculiza, frena o impide la evolución. El miedo a romper las normas, a los riesgos, a la falta de control, al uso abusivo por parte de los empleados. Las empresas que se resisten a añadir el apellido 2.0 a su nombre, alegan que la dirección no entiende esa necesidad de compartir o defiende que hay otras prioridades. Desconfían de lo que no conocen o esperan a que su competencia se les adelante.
Sin embargo, antes del mundo 2.0, 1.0 e incluso, la sociedad moderna, ya nos adelantaba Aristóteles: El hombre es un ser social por naturaleza. Y qué razón tenía. Necesitamos compartir, intercambiar opiniones, informarnos, sentirnos miembros de una comunidad para poder así, desarrollarnos tanto profesional como personalmente. Hace unos días, Juan Luis Polo reflexionaba en este mismo blog: hay una oportunidad para cambiar la situación. Empezar por no llamar empleados a las personas que forman parte de nuestro equipo. Esto es sólo el principio, anticipaba… ¿por qué evitar lo inevitable?
Quien no arriesga no gana
O eso dicen. Apostar por una transformación digital es sinónimo de productividad, motivación y captación de talento. Poder acceder al conocimiento de personas con mucho que aportar es una baza ganada. Innovación y reputación culminan la jugada en la que no hace falta tener un as en la manga, tu equipo es la escalera de color que te hará ganar la partida.
Y colorín colorado, este cuento ¡no ha hecho más que empezar!

