Compartir es vivir, el consumo colaborativo contra las cuerdas

GoodRebels

22 marzo 2015


“Compartir es vivir”, seguro que todos lo hemos escuchado más de una vez. Parece ser que esta frase ha alcanzado su máxima expresión a través del consumo colaborativo, concepto definido por Ray Algar en el boletín Leisure Report en abril de 2007, dando nombre a la manera actual de compartir a través de internet y las redes sociales.

Cuando empezaron a surgir las primeras ideas acerca del consumo colaborativo, parte de la sociedad se sentía reticente a conectarse para consumir de manera conjunta. Sin embargo, esta tendencia ha ido cogiendo fuerza a lo largo de los último años, registrando en el año 2013 más de 150 startups tan sólo en España y convirtiéndose, según la revista Forbes, en un modelo de negocio a nivel internacional que genera más de 3.500 millones de dólares al año, con un crecimiento anual superior al 25%.

El consumo colaborativo cuenta con miles de ejemplos y podemos encontrar prácticamente colaboraciones para todos los gustos: desde compartir nuestros libros o un viaje en taxi, hasta intercambiar porciones de comida con nuestros vecinos. El “boom” que está experimentando esta innovación social es imparable y aunque está presente cada vez en un mayor número de sectores, es en los más clásicos; como son la hostelería y el transporte, donde está teniendo una mayor repercusión e impacto.

En este punto de crecimiento y desarrollo de la economía compartida, las grandes potencias empresariales empiezan a no querer quedarse al margen. Comienzan a desarrollarse conflictos de intereses por el cambio en el mercado que está ocasionando este tipo de nuevo consumo, puesto que compiten por el mismo público objetivo.

Así es el caso a nivel internacional de Airbnb, fundado en agosto de 2008. Es un mercado comunitario que conecta a personas que tienen espacios disponibles en todo el mundo con otras que buscan un lugar en el que quedarse. Con una valoración de 10.000 millones de dólares, superando a cadenas hoteleras clásicas como Hyatt, las empresas de este sector ya han empezado a mover ficha y cuestionan la legalidad de este tipo de comercio.

Tras las restricciones ya conseguidas en ciudades como Nueva York y San Francisco de un mes de estancia mínima de alquiler o París de 7 días, Airbnb se encuentra en batalla legal con el estado de Nueva York para incluir el cobro de impuestos y el permiso de alquiler de ciertos usuarios, juicio que empezará a llevarse a cabo esta semana. Otras restricciones también están empezando a llegar a España, obligando a los anfitriones a darse de alta en un registro, como parte de un código de buenas prácticas.

A nivel nacional nos encontramos con el caso de Blablacar, comunidad de usuarios que nace en España en el año 2010 y que conecta a conductores con asientos vacíos con pasajeros que buscan un viaje. Con más de 70.000 usuarios consolidados en España y dos millones en Europa, a Blablacar se le acusa de estar “hurtando” un número importante de potenciales clientes a empresas dedicadas al transporte de personas. Por ello, Fenebús (Federación de Nacional Empresarial de Transporte en Autobús) ha pedido el cierre de esta red social, argumentando que no paga impuestos, ejerciendo así una actividad ilegal.

Por su parte, los responsables de Blablacar respondieron que, efectivamente, no pagan impuestos ya que la reserva de un asiento de tu vehículo no está impuesta a tributación alguna y el precio pactado que se paga por dicho alquiler entre los usuarios suele hacerse en efectivo. Por el momento, las reclamaciones por parte de la federación de empresarios por competencia desleal siguen siendo presentadas ante las autoridades nacionales.

Todo esto, nos lleva a plantearnos por qué los usuarios prefieren compartir coche que usar autobuses o trenes, o alquilar casas a desconocidos que hospedarse en un hotel; puede ser por los costes, por comodidad, por una experiencia distinta… Lo que está claro es que el mercado está cambiando y las empresas tradicionales, tal vez, deban plantearse un nuevo giro, tratar de reinventarse para ofrecer algo diferente, algo que el consumo colaborativo está consiguiendo transmitir a los miles de usuarios que no dudan que la clave de esta nueva era consiste en compartir.