
Arte, AI y el fin de la pena de muerte
15 junio 2010
La emoción es una vieja aliada de la publicidad y de todo aquel que pretenda persuadir sobre la conveniencia de una idea. Ante productos prácticamente iguales, serán los elementos de la campaña que más agraden al receptor los que decanten su preferencia por uno u otro. Así, hemos creado una inmensa industria del detalle dirigida a agradar un poco más que nuestro rival a fin de conquistar una venta más, ya sea contando historias o logrando que el consumidor se identifique con nosotros en prácticamente cualquier idea que marque la tan necesitada diferencia.
A menudo oímos citar la publicidad como un arte más. Desde el momento en que tenemos un mensaje que hacer llegar, es decir, desde el momento en que tenemos una propuesta acerca de la realidad que presentar a nuestro objetivo, podemos aspirar a hacer arte. Y el arte, yendo al objetivo final de la publicidad, es una de las creaciones humanas que más deseos de identificación provoca: solemos desear ser identificados con algo sugerente, inteligente y bello. Sin ir demasiado lejos, este tipo de objetos nos hace sentirnos parte de algo trascendente, algo que intuimos bueno y que tendemos a sentir como una necesidad íntima a lo largo de nuestras vidas. Lograr hacerlo nos da, en un sentido profundo, una identidad.
La agencia TBWA/París acaba de lanzar una dosis de arte para Amnistía Internacional en su último spot contra la pena de muerte. En un minuto, nos plantean una imagen reconocible de la realidad: la pena de muerte en algunas de sus variaciones actuales de crueldad. Pero, simultáneamente, la luz y el calor que desprenden el logo de la ONG nos traen su propuesta: unirnos a ellos para terminar con la crueldad que nos acaban de mostrar. Un dedo acusador alzado contra los 58 países que todavía la aplican y la vela cercada con alambre de espino de AI como fuente de esperanza dan la puntilla al alegato.
Emociones incontestables
El contenido emocional del mensaje, bien amplificado por la música que lo acompaña, no admite matices y resulta incontestable incluso para quienes defienden la pena de muerte: contemplar una ejecución, aún ficticia, produce en la mayoría de nosotros una fuerte reacción negativa. Esta emoción unida al placer estético que provoca el spot y a su distintividad en un corte publicitario televisivo garantizarán el recuerdo.
La calidad estética del anuncio unida a la controversia del tema aportarán viralidad en la Red y harán que aquellos individuos implicados en la causa, retomen la discusión del tema. Es decir, que inicien un nuevo ciclo de boca a boca. Exactamente lo que busca Amnistía.

